¿Te has preguntado por qué tienes más hambre cuando hace frío?

¿Alguna vez te has preguntado por qué parece que siempre tienes más hambre cuando hace frío afuera? Bueno, resulta que la ciencia está aquí para iluminar ese misterio. Los cerebros de los mamíferos son bastante traviesos cuando se trata de las bajas temperaturas y aquí te contamos cómo funciona todo el asunto, de manera fácil y entretenida. Cuando las temperaturas caen en picada, tu cuerpo entra en modo “guerra del frío”; empieza a quemar más energía para mantenerse calentito y no convertirse en un cubito de hielo. Pero, espera, esto también desencadena una intensa batalla en tu estómago. ¿Por qué? ¡Porque el frío despierta a tu apetito dormido!

Un grupo de científicos audaces se aventuró en el mundo de los ratones para encontrar el interruptor secreto que despierta el hambre en el frío. Resulta que encontraron un grupo de neuronas que básicamente actúa como el DJ en esta fiesta del apetito, cuando hace frío, estas neuronas suben el volumen del hambre. Tal vez hayas escuchado hablar de la “terapia de frío” como un método para perder peso, pero aquí está el truco: el frío, al igual que una pizza caliente en una fiesta de cumpleaños, aumenta el apetito para contrarrestar cualquier pérdida de peso. Entonces, aunque suene bien en teoría, no es tan sencillo como sumergirse en agua helada y esperar a que los kilos se derritan.

Una cosa interesante que notaron los científicos es que los ratones no empiezan a buscar comida de inmediato cuando hace frío. Hay un retraso de alrededor de seis horas, como si tu cerebro necesitara tiempo para pensar: “¡Es hora de llenar el estómago!” Usando técnicas súper geniales, los investigadores rastrearon las neuronas en el cerebro de los ratones en frío y en calor y resulta que una parte llamada “tálamo” se ilumina como un árbol de Navidad en diciembre en pleno invierno. En última instancia, estas neuronas del tálamo tienen una cita secreta con una parte del cerebro llamada “núcleo accumbens”, ahí es donde se mezclan todas las señales de recompensa y aversión para decidir si deberías o no abrir la nevera a medianoche.

La parte emocionante es que estos descubrimientos podrían abrir la puerta a formas más efectivas de perder peso. Imagina una terapia de frío que no te haga rugir como un oso polar con hambre. ¡Eso sería genial! La ciencia sigue avanzando, y quién sabe, ¡tal vez pronto podamos disfrutar del frío sin el hambre descontrolada como invitada no deseada en nuestra mesa! Así que la próxima vez que sientas que el frío despierta al monstruo del hambre en ti, ¡sabrás que es solo tu cerebro haciendo su trabajo en esta fría danza de invierno!

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