El autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke fue el primero en describir las funciones básicas de una impresora 3D en 1964 y aunque nos puede parecer un término y tecnología moderna, lo cierto es que en el año 1976 ya se desarrollaron los primeros equipos y materiales de construcción para la impresión en 3D.
La primera solicitud de patente para un dispositivo de impresión en 3 dimensiones tiene lugar en Japón, en 1981. Presentada por el Dr. Hideo Kodama del Instituto Municipal de Investigación Industrial, en Nagoya. Su proyecto fue abandonado debido al presupuesto limitado, y al no conseguir los artículos publicados no levantó el suficiente interés, sin embargo, Kodama inventó 2 métodos de fabricación aditiva con resina fotosensible.
En 1984 Charles Hull, más tarde, el cofundador de 3D Systems, inventa la estereolitografía, un proceso de impresión que permite que un objeto en 3D se cree a partir de datos digitales, se utiliza la tecnología para crear un modelo 3D a partir de una imagen y permite que los usuarios prueben un diseño antes de que se invierta en la fabricación del modelo definitivo. Fueron varios los proyectos presentados y patentados basados en el proceso de estereolitografía, que se basa en ir añadiendo capas mediante el curado de fotopolímeros con láseres de rayos ultravioleta. Además, se definió un sistema para generar objetos tridimensionales mediante la creación de un patrón del objeto a formar que dio lugar al formato de archivo STL, que es ampliamente aceptado hoy en día para la impresión 3D.
En 1984, algunas adaptaciones y avances sobre el concepto de la inyección de tinta transformaron la tecnología de impresión con tinta a impresión con materiales. A lo largo de las últimas décadas, ha habido una gran variedad de aplicaciones de la tecnología de impresión 3D que se han desarrollado a través de varias industrias.
En el año 1992 se desarrolló la primera máquina de impresión 3D de tipo SLA (estereolotigráfico) y fue obra de la compañía 3D Systems. El funcionamiento básico de esta máquina consiste en que un láser UV va solidificando un fotopolímero, un líquido con la viscosidad y color parecido al de la miel, el cual va fabricando partes tridimensionales capa por capa, a pesar de la imperfección, se demuestra que piezas altamente complejas podían ser fabricadas por la noche.
Siete años después, en el año 1999, se pudieron ver grandes avances con el primer órgano creado en laboratorio por el equipo de investigación del instituto de Wake Forest de medicina regenerativa a través de su proyecto de conseguir imprimir órganos y tejidos con tecnología de impresión 3D. La tecnología utilizada abrió las puertas al desarrollo de otras estrategias para los órganos de la ingeniería, el cual pasaba por la impresión de los mismos. Debido a que están fabricadas con células propias del paciente, el riesgo de rechazo es prácticamente nulo.
En 2006 se construyó la primera impresora tipo SLS o de sintetización de láser selectivo, una máquina que utiliza un láser para fundir materiales durante el proceso de impresión 3D y que dio una gran esperanza a la fabricación de piezas industriales, prótesis, etc. Un par de años más tarde, a través del proyecto RepRap, vió la luz la primera impresora capaz de replicar sus propios componentes, lo que permitía construir impresoras idénticas o piezas de repuesto. Este tipo de impresión se ideó en un principio para ser utilizado casi en exclusiva para la industria, pero gracias a esta primera impresora SLS su uso se extendió hasta llegar a modelos para uso doméstico.
Los científicos diseñaron un riñón en miniatura completamente funcional y con la capacidad de filtrar sangre y producir orina diluida en un animal, este desarrollo llevó a la investigación en el Instituto de Wake Forest de Medicina Regenerativa el objetivo de imprimir los órganos y tejidos con tecnología de impresión 3D.
En el año 2011 los ingenieros de la Universidad de Shouthampton diseñaron un avión no tripulado impreso en 3D y fabricado en tan solo una semana. En ese mismo año, se pudo ver también el primer prototipo de un automóvil cuya carrocería había sido creada a través de la impresión 3D o cómo se llevó esta tecnología a otro mercado muy distinto como el de la joyería, pudiendo incluso imprimir piezas de oro y plata en 3D a partir de ciertos modelos.
En los últimos años hemos visto múltiples aplicaciones en implantes dentales, prótesis de huesos, etc. Incluso hemos visto cómo recientemente se utilizaban las impresoras 3D para fabricar material sanitario para ayudar en la lucha contra el coronavirus en hospitales, adaptadores para respiradores, pantallas protectoras, etc.