¡Puedes creer! Los truenos pueden ser una fuente importante de productos químicos para limpiar el aire

Los rayos y la actividad eléctrica que se genera en las nubes, por muy débil que sea, limpian la atmósfera, y es que cuando se ilumina el cielo, se desprenden unas moléculas que son capaces de romper los gases de efecto invernadero, como el metano, el ozono o el óxido de nitrógeno, logrando restaurar el equilibrio atmosférico.

Cuando un rayo descarga toda su energía, se producen unas cantidades importantes radicales de hidroxilo (OH) y de hidroperoxilo (HO2), que se mantienen confinadas dentro de las nubes, oxidando la atmósfera y limpiando el ambiente que los humanos han contaminado durante décadas.

En el año 2012 un grupo de  investigadores querían conocer los cambios químicos que se producían en la atmósfera durante las tormentas eléctricas y, por eso, decidieron desplazarse por el cielo durante uno de esos temporales. El avión viajó desde Colorado hasta Oklahoma, en realidad un viaje corto, de apenas 1.126 kilómetros y durante la travesía los investigadores hicieron ciertas mediciones cuyos resultados no corresponden con nada de lo que hubieran observado previamente.

Ya por entonces se sabía que las descargas eléctricas son capaces de cambiar el estado químico del agua (H2O) contenida en las nubes separándose en estas moléculas. Creyendo que los datos no tenían sentido, asumieron que el instrumento estaba generando ruido, así que eliminaron esas señales y continuaron el estudio original sin ellos.

Hasta que años después junto a un alumno, comenzaron a trabajar en una hipótesis que no parecía tan descabellada. Los resultados demuestran que finalmente estaban en lo correcto, no hace falta que se generen rayos para que se produzca esa reacción química, ni siquiera que se produzca una luz visible. La mayoría de relámpagos nunca acaban tocando el suelo, y es importante cuando no lo hacen y quedan confinados en las nubes, dado que es entonces cuando más limpian el ozono (O3) circundante, uno de los gases que contribuyen al efecto invernadero.

¡Increíble no! 

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