¿Y si las computadoras en el futuro pudieran funcionar con células cerebrales humanas?
Una biocomputadora impulsada por células cerebrales humanas podría desarrollarse durante nuestra vida, según investigadores que esperan que dicha tecnología amplíe exponencialmente las capacidades de la informática moderna y cree nuevos campos de estudio.
La biocomputación es un enorme esfuerzo para compactar el poder computacional y aumentar su eficiencia para superar nuestros límites tecnológicos actuales. Durante casi dos décadas, los científicos han utilizado pequeños organoides, tejido cultivado en laboratorio que se asemeja a órganos completamente desarrollados, para experimentar con riñones, pulmones y otros órganos sin recurrir a pruebas en humanos o animales. Más recientemente, investigadores han estado trabajando con organoides cerebrales, orbes del tamaño de un punto de bolígrafo con neuronas y otras características que prometen mantener funciones básicas como aprender y recordar.
Comenzaron a desarrollar y ensamblar células cerebrales en organoides funcionales en 2012 utilizando células de muestras de piel humana reprogramadas en un estado similar al de una célula madre embrionaria. Cada organoide contiene unas 50.000 células, aproximadamente del tamaño del sistema nervioso de una mosca de la fruta, ahora imagina construir una computadora futurista con tales organoides cerebrales. Las computadoras que funcionan con este hardware biológico podrían comenzar en la próxima década a aliviar las demandas de consumo de energía de la supercomputación que se están volviendo cada vez más insostenibles. Aunque las computadoras procesan cálculos que involucran números y datos más rápido que los humanos, los cerebros son mucho más inteligentes para tomar decisiones lógicas complejas, como distinguir un perro de un gato.
Podrían pasar décadas antes de que la inteligencia organoide pueda impulsar un sistema tan inteligente como un ratón, pero al aumentar la producción de organoides cerebrales y entrenarlos con inteligencia artificial, prevé un futuro en el que las biocomputadoras admitan velocidades de computación, potencia de procesamiento, eficiencia de datos y capacidades de almacenamiento superiores. La inteligencia organoide también podría revolucionar la investigación de pruebas de drogas para los trastornos del neurodesarrollo y la neurodegeneración.
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